A 108 años de su fundación, la Escuela Libre de Derecho vive hoy una transición sin precedentes derivado de la pandemia por COVID-19.
El Mtro. Ricardo Antonio Silva Díaz, Rector de la ELD, asegura que ha sido todo un reto adaptar las necesidades pedagógicas y económicas, pero sobre todo el incorporar las nuevas tecnologías en favor de su método de enseñanza.
Siendo una Escuela con un sistema pedagógico muy peculiar y una plantilla de profesores tan plural, prevalecen tres ejes: el primero, el fortalecimiento de la oralidad en la formación de los alumnos; el segundo, es la formación de un pensamiento lógico deductivo para entender cuáles son los elementos esenciales y principios básicos de todas las materias, sin necesidad de memorizar todo; y como tercer eje tienen el respeto. “pocas escuelas siguen conservando ese respeto y agradecimiento hacia el profesor”, apunta el Rector.
Sin lugar a dudas, la escuela tuvo que dar un giro de 180 grados para seguir trabajando. “Se veía difícil que una escuela con tanta antigüedad, con tanta tradición, con tanta idea tan tradicional tuviera que ajustarse y la verdad es que lo logramos”, apunta el Mtro. Silva Díaz. Un factor muy destacable de este rectorado son las acciones que han tomado en materia de feminismo, violencia contra las mujeres, violaciones y desapariciones. Acondicionaron sus procesos internos y mecanismos de protección hacia sus alumnas y alumnos.
“Según yo tenía muy claro lo que está pasando alrededor de esto, pero cuando uno va escuchando las historias y que las alumnas tratan de gritar y de decir lo que está pasando, hizo que mi rectorado abriera los ojos y que empezará a trabajar a una velocidad mayor”, apunta.
El Mtro. Ricardo Antonio Silva Díaz, especialista en Derechos Humanos, considera que su mayor reto en este tema es encontrar el equilibrio justo entre sancionar a quien cometió algo ilícito y aplicar penas o castigos trascendentales.
En este sentido, muestra cierta preocupación porque cada vez sentimos que la justicia debe darse por las redes sociales, sin entender que esto no repara el dolor de la víctima. “El gran reto es hacer que las instituciones funcionen para encaminar estos procedimientos y que haya las sanciones correctas”, menciona.
Para el Rector, la abogacía no debe ser un negocio, “el abogado está para resolver una necesidad, no está para hacer un negocio”. Es por eso que el año pasado la ELD inició una clínica en donde analizaron las condiciones de los migrantes en Tijuana, para sensibilizar el cambio.
Bajo estos principios, la escuela, en sus más de cien años y con tan solo cuatro mil egresados, ha dado al país y al mundo abogados y abogadas muy exitosas tanto en el sector privado como en el público. “Nosotros estamos convencidos que nuestro servicio a la comunidad ha sido producir este tipo de abogados y abogadas que realmente fortalecen el Estado de Derecho en todo el propio sentido”, finaliza.